«Lo primero fue descubrir una oquedad », dice Fina García Marruz al inicio
de su ensayo «Hablar de la poesía».
Solo entonces percibe, a partir de
ese vacío, que para ella la poesía no
estaba «en lo nuevo desconocido
sino en una dimensión nueva de lo
conocido, o acaso, en una dimensión
desconocida de lo evidente.»
Esa reveladora forma de mirar, esa
capacidad para asombrarnos allí
donde parecía no quedar espacio
para el asombro, explican parte del
atractivo de la obra de García Marruz.
O simplemente de Fina, como la
llaman tanto sus amigos como sus
lectores.
Dueña de una deslumbrante obra
lírica que ha sido reconocida –además
de con el Premio Nacional de
Literatura– con el Premio Iberoamericano
de Poesía Pablo Neruda y con
el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana,
Fina es también una agudísima
lectora de, por ejemplo, esas
cumbres del idioma que son Quevedo,
Darío y Martí.
Desde que se convocara por primera
vez en el año 2000 –de entonces a
acá nos han acompañado Ricardo
Piglia, Luisa Valenzuela, Diamela
Eltit, Ernesto Cardenal, Rubem Fonseca,
Pedro Lemebel, Sergio Pitol,
William Ospina, Maryse Condé,
Leonardo Padura y Juan Villoro–
estas Semanas han sido ocasiones
propicias para la celebración y para
el acercamiento de los autores al
público. Dedicar una Semana a la
figura y la creación de la poeta y
ensayista mayor que nos convoca
hoy implica, además de eso, rendir
homenaje a los miembros del grupo
Orígenes, de cuya revista se cumplen
este año, gracias a una feliz
coincidencia, siete décadas de fundación.